Sanada Yukimura, el samurái valiente

Este es el año de Sanada Yukimura en Japón. En realidad casi todos lo son porque, si hay un samurái famoso y querido para los japoneses, ese es Yukimura. Pero desde enero está de más actualidad que nunca, porque el Taiga Drama de 2016 esta dedicado a su figura. Fuera de su Japón natal no es tan conocido como los Nobunaga o los Hideyoshi de turno así que, aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid (o que el Kamogawa pasa por Kyoto), qué mejor ocasión para hablar de uno de los personajes históricos más populares del país de los samuráis: Sanada Yukimura, el héroe de los Sitios de Osaka.

Antes de nada, un inciso explicativo. El Taiga Drama es un serial televisivo de tropecientos capítulos, que se emite los domingos por la tarde en la NHK, la TV pública japonesa. Empieza en enero y termina en diciembre; todos los años tiene un tema diferente, pero siempre se trata de un drama histórico, lo que los japoneses llaman jidaigeki. Cada vez tocan una época o personaje distinto, y en 2016 es el turno de Sanada Yukimura y el Sitio de Osaka, uno de los favoritos del público nipón. Esto del Taiga Drama lleva en marcha desde los años 60, y tiene toda una legión de seguidores (seguidoras, más bien). Nos pensamos que con Isabel y Carlos Rey Emperador hemos inventado algo, pero como tantas otras veces los japoneses nos llevan años de ventaja.

Si uno piensa en samuráis famosos, le vienen muchos nombres a la cabeza. Pero si le preguntamos a un japonés cualquiera, seguramente Sanada Yukimura será de los primeros que mencione. La popularidad de este hombre es tremenda. Le atribuyen todas las cualidades habidas y por haber: bravo guerrero, leal hasta la muerte, abnegado, heroico… hasta lo pintan como un mozo bien parecido. Todo un un guaperas, un auténtico ídolo de masas del Japón feudal. O, al menos, esa es la visión que nos da de él la cultura popular. Pero, por desgracia para la legión de fans de Yukimura, la realidad no es siempre como en los videojuegos de Koei. Aparte de su característica armadura roja, el Sanada Yukimura histórico tenía más bien poco que ver con el que nos encontramos en el Sengoku Basara o el Samurai Warriors de turno. Basta mirar los retratos de época para comprobarlo.

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El Yukimura histórico (en el centro), flanqueado por dos de sus versiones modernas, ligeramente más fantasiosas

Para empezar, Sanada Yukimura nunca se llamó «Yukimura». Su verdadero nombre era Sanada Nobushige, pero el alias se ha hecho tan famoso que hoy en día todo el mundo le conoce por ese apelativo. Al parecer, la cosa viene de una serie de novelas de la era Edo, «Los diez valientes de Sanada«, que fue lo que realmente catapultó a este buen hombre al estrellato. En aquellos tiempos, con la férrea censura del gobierno Tokugawa a pleno rendimiento, no estaba bien visto escribir sobre figuras históricas reales (y menos aún si habían sido enemigas del shogunato, como era el caso), así que el autor tuvo que cambiar el nombre del protagonista para evitarse problemas.

Al parecer, el «Yuki» de Yukimura viene de su padre Masayuki, y el «Mura» de Date Tsunamura, un daimyo que le estaba dando bastantes quebraderos de cabeza al shogunato en la época en la cual la novela empezó a publicarse. Con este calambur se disfrazaba la cosa lo bastante como para esquivar las iras de la autoridad competente, pero el personaje seguía siendo reconocible. En realidad, este tipo de prácticas era moneda habitual en la literatura y el teatro de aquellos días. La novela fue lo bastante popular como para seguir generando secuelas hasta entrado el s. XX, y el invento de Yukimura hizo fortuna. El nombre se le ha quedado para los restos. Para no volvernos demasiado locos, aquí le llamaremos también Yukimura, como viene siendo costumbre.

Un héroe para un país en guerra

Yukimura nace en 1567 y muere (disculpen el spoiler) en 1615 defendiendo el castillo de Osaka, donde ganará su fama para la posteridad. Es precisamente esta batalla, el segundo sitio al castillo de Osaka (también llamado Sitio de Verano, al tener lugar medio año después del llamado Sitio de Invierno de 1614), la que cierra de manera definitiva la era Sengoku en Japón. Tras ella, los Tokugawa quedarían, de manera definitiva y para los siguientes 250 años, como amos y señores indiscutibles de Japón.

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El actor Sakai Masato caracterizado como Sanada Yukimura en la serie televisiva de la NHK

Pongámonos en situación. A principios del s. XVII, Tokugawa Ieyasu había completado la unificación de Japón y dado prácticamente carpetazo a la era de las guerras civiles con su victoria en la batalla de Sekigahara, en 1600. Recordemos que, a la muerte de Hideyoshi, el recién unificado imperio amenazaba con hacerse pedazos de nuevo; el país se dividió en dos bandos: los partidarios de Ieyasu en el Este y los del heredero de Hideyoshi, aún niño, en el Oeste. Ieyasu, perro viejo donde los hubiera, se las arregló para aplastar a sus enemigos de un solo golpe en el campo de batalla, y hasta se permitió el lujo de auto nombrarse shogun en 1603. Pero, técnicamente, el poder no era suyo del todo. Hideyori, el hijo y heredero legítimo de Hideyoshi, seguía vivo. Conservaba cierta influencia política, tenía aliados poderosos y, lo que es más importante, controlaba la formidable fortaleza de Osaka, el castillo más grande e inexpugnable del país.

Hideyori era una espada de Damocles pendiendo constantemente sobre la cabeza de Ieyasu. Las tensiones entre Edo y Osaka fueron creciendo hasta que, en el invierno de 1614, terminaron por estallar. Sanada Yukimura iba a ser uno de los principales actores de ese conflicto. Un gran drama que iba a echar el telón a todo un siglo de guerras intestinas, para dar paso al pacífico Japón de la era Edo.

Los Sanada habían sido tradicionalmente vasallos del clan Takeda. A la muerte del gran Takeda Shingen, su hijo Katsuyori no pudo hacer frente al empuje de Nobunaga y el clan acabó desmoronándose. Al desaparecer los Takeda del mapa, Sanada Masayuki, líder del clan Sanada, no tuvo más remedio que someterse a Tokugawa Ieyasu en 1586. Pero los Sanada no acogieron este cambio de muy buen grado, y la familia acabó por dividirse. El hijo mayor, Nobuyoshi, fue a servir a los Tokugawa y haría fortuna bajo su protección. El pequeño, Yukimura, optó por el bando contrario. Su lealtad estaba con los Toyotomi, primero con Hideyoshi y después con su hijo Hideyori. Esta obstinada devoción hacia la casa Toyotomi sería una constante en su vida, y le iba a convertir en una verdadera piedra en la sandalia de Ieyasu de ahí en adelante. Más que una piedra, un pedrusco de los gordos.

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Reconstrucción de la armadura por la que Sanada Yukimura era conocido. Nótese el característico color rojo y las astas de ciervo adornando el yelmo.

Hay quien dice que el padre, Masayuki, jugaba con dos barajas al colocar a un hijo en cada bando. Así, ganara quien ganara, cuando el polvo de la batalla se hubiera disipado seguría habiendo un Sanada en el lado del vencedor para asegurar la supervivencia del clan. ¿Demasiado maquiavélico? Quién sabe. Ese tipo de tejemanejes eran algo habitual entre las familias samuráis. En cualquier caso, Yukimura se tomó su papel muy en serio. Aquel joven general iba a darles muchos disgustos a los Tokugawa, y alguno de ellos estuvo a punto de costarles bien caro.

Los prolegómenos de Sekigahara (1600)

En plena campaña de Sekigahara, los Tokugawa pudieron comprobar en sus carnes cómo se las gastaban los Sanada, padre e hijo. Encastillados en su fortaleza de Ueda, en la provincia de Shinano (actual prefectura de Nagano), poco les faltó para cortar en seco la carrera al estrellato del futuro shogun. Pero no era la primera vez que le hacían a Ieyasu un destrozo importante desde los muros de Ueda. Se diría que ese castillo, hogar de los Sanada, estaba maldito para los Tokugawa.

Ya en 1585, Ieyasu había intentado asaltarlo, con infaustos resultados. Toyotomi Hideyoshi, prácticamente el amo y señor de Japón por aquel entonces, acudió a poner paz, mediando en favor de los Sanada, y las huestes de Ieyasu tuvieron que volver a casa con el rabo entre las piernas. La expedición de conquista había terminado en un sonoro fracaso. Como consecuencia, a partir de ese momento el destino del joven Yukimura quedaría vinculado para siempre a los Toyotomi. Tras esa primera batalla de Ueda, Yukimura casó con la hija de Otani Yoshitsugu, uno de los hombres de confianza del Taiko. Así se forjaban las alianzas en el Japón feudal, a golpe de matrimonio.

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El castillo de Ueda tal y como se conserva hoy en día

Pero la dichosa fortaleza todavía tenía mucha guerra que dar, para desgracia de Ieyasu. En 1600, en los prolegómenos de Sekigahara, con el país entero en pie de guerra y los ejércitos de ambos bandos avanzando a marchas forzadas al encuentro el uno del otro, Ueda volvería a ser una piedra en el camino de los Tokugawa. Esta vez para el hijo de Ieyasu (y futuro segundo shogun de su dinastía), Hidetada. En principio, el clan Sanada al completo estaba del lado del Este en aquella campaña. Pero las antiguas lealtades tiran mucho y, cuando empezaron a llegar cantos de sirena desde el campo de los Toyotomi, Yukimura y su padre Masayuki acabaron dejándose convencer. Abandonaron las filas Tokugawa y se encerraron en su castillo natal, dispuestos a no ceder un palmo de terreno a los ejércitos de Ieyasu. Y vaya si no cedieron.

Hidetada iba al mando de 36.000 hombres, marchando desde Edo por la ruta de Nakasendo, con el objetivo de encontrarse con el cuerpo principal del ejército Tokugawa, comandado por su padre Ieyasu. En su camino se topó con el castillo de Ueda, con Sanada padre y Sanada hijo tras sus murallas. Pensando tal vez que sería una fácil victoria que añadir a su currículum, ya que pasaba por allí decidió tomarlo al asalto. Craso error. Los Sanada se las arreglaron para resistir las embestidas del bisoño Hidetada durante cuatro días, tiempo más que suficiente para hacer que llegara tarde a la cita con su padre. Para cuando se decidió a darlo por imposible y retomar la marcha, había perdido un tiempo precioso.

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Estatua de Yukimura (bastante poco idealizante) en el castillo de Osaka

Los 36.000 hombres de Hidetada llegaron a Sekigahara con la batalla ya terminada. Ieyasu contaba con esos efectivos para sus planes de batalla, y no le perdonó jamás a su hijo semejante desliz. Los malditos Sanada habían estado a punto de hacerle un estropicio bien gordo a la causa Tokugawa. Y lo mejor de todo es que, mientras tanto, Sanada Nobuyuki, el hijo mayor de la familia, marchaba a la batalla tan campante bajo los estandartes de Ieyasu. El viejo zorro le había prometido las tierras de su padre, el rebelde Masayuki, en caso de victoria. Como vemos, eso de la guerra entre hermanos ha sucedido en todas partes.

Tras la victoria en la madre de todas las batallas, Ieyasu, ya como virtual dueño de Japón, cumplió con el trato. Confiscó el feudo familiar de los Sanada y se lo dio a Nobuyuki. Con Yukimura y su padre se mostró extrañamente magnánimo: en vez de mandarlos decapitar, como era costumbre en estos casos, se contentó con enviarlos al exilio con los monjes del monte Koya san. El anciano Masayuki moriría allí, en pleno retiro, en 1608. Su hijo Yukimura también habría acabado sus días rezando salmodias a los budas de no ser porque, en 1614, el destino vino a llamar a su puerta.

Japón volvía a estar en pie de guerra. Ieyasu marchaba con sus mesnadas a sitiar el castillo de Osaka, ultimo bastión de los Toyotomi, y Hideyori (ya un joven de 21 años) llamaba a las armas a sus leales para acudir a defenderlo. Yukimura no se lo pensó dos veces: dejó los hábitos colgados de una percha y, con su hijo Daisuke, se fue a Osaka a luchar de nuevo contra los Tokugawa. Los mismos en cuyas filas marchaba, una vez más, su propio hermano (y cabeza de la familia Sanada), Nobuyoshi. En los muros de Osaka, Yukimura dejaría escrito su nombre para la posteridad.

El Sitio de Invierno (1614)

Desde la victoria en Sekigahara, Ieyasu había esperado con su proverbial paciencia una excusa para eliminar de una vez por todas a Toyotomi Hideyori, la única sombra que podía amenazar su hegemonía sobre Japón. La ocasión tardó en presentarse, pero finalmente lo hizo en 1614. Una absurda historia sobre un presunto insulto a su persona por parte de Hideyori fue todo lo que Ieyasu necesitó para movilizar a sus legiones. Puso toda su maquinaria de guerra en marcha e, igual que había hecho en 1600 en la campaña de Sekigahara, sus huestes empezaron a cernirse lentamente sobre Osaka. Otra vez Este contra Oeste, Tokugawa contra Toyotomi.

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Torre principal del castillo de Osaka (reconstrucción moderna, de igual tamaño y diseño que el original levantado por Hideyoshi)

Los Toyotomi optaron por no plantar batalla en campo abierto y se encerraron tras los formidables muros de Osaka. Yukimura había propuesto un plan mucho más osado: ir al encuentro de los ejércitos del Este y cortar su avance, antes de darles tiempo a ocupar posiciones. La estrategia tenía posibilidades de éxito, e incluso contemplaba ocupar Kyoto para «ganarse» el favor del emperador y declarar a Ieyasu enemigo del estado, lo cual obligaría a todos los daimyo del país a ponerse en su contra. En suma, un plan bastante bien pensado. Pero Hideyori no terminaba de verlo claro. Yukimura era un general de prestigio pero, oficialmente, el comandante el jefe de las fuerzas del Oeste era Hideyori, y su criterio acabó imponiéndose. La batalla se decidiría en un asedio a sangre y fuego.

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Estatua ecuestre de Yukimura en Ueda, su cuidad natal

Las fuerzas del Este contaban alrededor de 200.000 hombres, por algo menos de 100.000 de las del Oeste. A la hora de la verdad, las defensas de Osaka se encargarían de compensar este desequilibrio en el número de efectivos. Puede decirse que el Sitio de Verano y el Sitio de Invierno son el epílogo de la era Sengoku, la última gran batalla librada por ejércitos samurái en Japón. La campaña es tan compleja que merece un artículo aparte, así que esta vez nos centraremos exclusivamente en las andanzas de Sanada Yukimura.

Con las mesnadas Tokugawa cerniéndose sobre Osaka, el ejército del Oeste se afanó en reforzar las ya de por sí recias murallas del castillo. Frente a los muros del flanco Este se levantó una barbacana cuya defensa se confió a Sanada Yukimura. Este pequeño parapeto en forma de media luna, construido con empalizadas de madera levantadas sobre montículos de tierra batida, quedaría bautizado para la posteridad como Sanada Maru («baluarte Sanada»), pues es donde Yukimura y sus valientes forjarían su leyenda. No es casualidad que el título del Taiga Drama de este año sea, precisamente, «Sanada Maru».

A mediados de diciembre de 1614, con sus fuerzas ya desplegadas y las posiciones aseguradas en torno al bastión enemigo, Tokugawa Ieyasu se plantó ante las murallas de Osaka para dirigir en persona el asedio. Después de varias semanas de escaramuzas, la verdadera batalla iba a comenzar. Para el 3 de enero, el ejército Tokugawa había dado buena cuenta de las fortalezas y defensas exteriores. El cerco sobre el castillo se iba estrechando. Lo único que separaba a los Tokugawa de los muros del recinto principal era el Sanada Maru, la pequeña avanzadilla de Yukimura. A todos los efectos, Sanada Yukimura y sus 5.000 hombres eran la última línea de defensa de Osaka.

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Asalto al Sanada Maru según una pintura contemporánea

Los Tokugawa se echaron encima de la barbacana con todo lo que tenían. Fueron dos días de asaltos ininterrumpidos. La primera oleada, 12.000 samuráis comandados por Maeda Toshitsune. La segunda, 10.000 efectivos de Matsudaira Tadanao, reforzados por otros 10.000 de Ii Naotaka, los famosos diablos rojos, la élite del ejército Tokugawa. Ieyasu estaba lanzando contra el Sanada Maru a la flor y nata de sus ejércitos, pero Yukimura se defendía como gato panza arriba. A base de fuego de arcabuz, sus 5.000 bravos rechazaron una oleada tras otra. No cedieron ni un palmo de tierra. Apoyados por contingentes de tropas Toyotomi que hacían salidas de cuando en cuando para hostigar a los asaltantes, la guarnición del Sanada Maru mantenía una posición bien sólida. Inasequibles al desaliento, los Tokugawa lo siguieron intentando al día siguiente, pero Yukimura resistió todo lo que le echaron. Por todo el perímetro de la fortaleza de Osaka, los demás puestos defensivos Toyotomi también estaban aguantando con solvencia. Los Tokugawa no lograban hacer brecha en las murallas.

El 8 de enero Ieyasu decidió cambiar de táctica. Viendo que los ataques frontales era inútiles contra unas defensas tan bien guarnecidas, puso a trabajar a su flamante artillería pesada. Diez enormes cañones de factura europea (inglesa y holandesa) sometieron a la ciudadela a un fuego continuo durante días. El sonido del cañoneo era atronador, podía escucharse desde Kyoto, a 50 kms. de distancia. Nunca se había visto algo así en Japón. Si bien los daños en las murallas no fueron de excesiva consideración, el efecto psicológico sí que hizo estragos entre los defensores de Osaka. Presas del pánico, acabaron por sacar la bandera blanca y negociar apresuradamente un armisticio. Un acuerdo cuyos términos beneficiaban grandemente los intereses Tokugawa.

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Interpretación moderna de Sanada Yukimura, obra de Suwahara Hiroyuki, ilustrador habitual de los videojuegos de Koei

Las malas lenguas dicen que la principal instigadora de tan rápida rendición fue la mismísima Yodogimi, madre de Hideyori, viuda de Hideyoshi, sobrina de Nobunaga y señora bastante temperamental. Al parecer, ver balas de cañón silbando cada mañana sobre su alcoba era más de lo que podía soportar. El 21 enero 1615 cesan las hostilidades de manera oficial, y todo queda más o menos en tablas. Antes de retirarse, como parte del tratado de paz, las tropas de Ieyasu destruyeron las defensas exteriores y anegaron los fosos del castillo, dejándolo virtualmente desnudo. El pretexto: ahora que estaban en paz, ¿qué necesidad había de mantener esas pedazo de murallas? Pero no iba a pasar mucho tiempo hasta que los ejércitos del Este y el Oeste volvieran a chocar en Osaka.

El Sitio de Verano (1615)

El astuto Ieyasu había empezado a preparar el terreno para la Campaña de Verano el mismo día que levantó el Sitio de Invierno. Con el pretexto de que Hideyori estaba reconstruyendo las defensas del castillo, en violación de lo acordado, Ieyasu puso de nuevo a sus tropas en pie de guerra en mayo de 1615. Las espadas volvían a estar en todo lo alto. Con las defensas desmochadas, los generales de Hideyori comprendieron que no tenía caso quedarse tras los muros del castillo y pasaron a la ofensiva. Tenían que interceptar a las tropas enemigas antes de que pudieran acercarse a la fortaleza. En vez de un asedio, esta vez la batalla iba a ser una guerra de movimientos. Sanada Yukimura era el comandante de facto del ejército del Oeste, pero Hideyori seguía siendo el líder supremo. Con 150.000 efectivos, los Tokugawa eran de nuevo superiores en número, en una proporción casi de 2 a 1.

Los primeros choques tuvieron lugar el 3 de junio en las afueras de Osaka. En los alrededores del templo de Domyoji, rodeados de monumentales tumbas de la familia imperial con cientos de años de antigüedad, 3.000 hombres al mando de Sanada Yukimura se enfrentaron a los 10.000 de Date Masamune. Probablemente de aquí viene la supuesta rivalidad que se atribuye hoy en día a estos dos personajes, y que tanto se ha explotado en videojuegos y dibujos animados del más diverso pelaje. La batalla estuvo a la altura de ambos contendientes, pero al caer la tarde las bajas obligaron a Yukimura a batirse en retirada. Los Tokugawa, exhaustos y también con un parte de bajas considerable, lo dejaron marchar sin perseguirlo. No tardarían en lamentarlo.

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Representación moderna (e idealizada) de Yukimura, cargando en toda su gloria contra el centro del ejército Tokugawa

Al día siguiente, Yukimura volvió a la carga. Salió al encuentro del grueso del ejército Tokugawa, que se aproximaba peligrosamente a las puertas del castillo. Su propio hermano Nobuyuki marchaba también en las filas enemigas. El plan de los Toyotomi era desesperado, pero bien pensado tenían posibilidades de hacerlo prosperar: la idea era contener al grueso de las fuerzas Tokugawa en el centro, mientras un pequeño contingente trataría de emboscarles por el flanco izquierdo, siguiendo la línea de la costa. Otro destacamento trataría de hacer lo mismo por el ala derecha y, cuando hubieran pillado a los Tokugawa por ambos costados, las tropas que quedaban en el castillo de Osaka harían una salida en tromba para barrer el centro enemigo, lideradas por Hideyori. Sanada Yukimura era el encargado de contener al enemigo en el centro en espera a que las demás unidades cerrasen la trampa sobre los flancos. Un trabajo sucio donde los haya pero, si alguien podía hacerlo en todo el ejército del Oeste, ese era él.

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Grabado de estilo ukiyoe representando a Yukimura, obra de Tsukioka Yoshitoshi (s. XIX)

Como si supieran que esa iba a ser su última batalla, las tropas de Sanada lucharon con ardor casi suicida. Su empuje fue tal que llegaron a romper las líneas Tokugawa, y Yukimura vio que había llegado el momento decisivo. Si Hideyori hacía una salida con sus tropas y atacaba por el flanco, podían desbaratar al ejército del Este. Era ahora o nunca. Mandó a su hijo Daisuke al castillo a transmitir el mensaje y siguió golpeando a los Tokugawa con todo lo que tenía. Según algunas crónicas, llegó a acercarse tanto al puesto de mando que la guardia personal de Ieyasu tuvo que echar mano de las espadas para protegerlo. Incluso Hidetada, que en aquel momento era nada menos que el shogun de Japón tras la abdicación de su padre unos años atrás, agarró una lanza y se puso a luchar por su vida. Pero los refuerzos de Hideyori no llegaban, y después de casi 48 horas de combates ininterrumpidos las fuerzas empezaban a fallar. Yukimura estaba llegando a su límite.

Cuando Hideyori se decidió a salir del castillo en su auxilio, ya era demasiado tarde. Exhausto y malherido, Sanada Yukimura se derrumbó en mitad del campo de batalla, y las lanzas enemigas acabaron con él en el acto. La leyenda dice que un batallón de tropas de la provincia de Echizen, un puñado de samuráis ansiosos de cobrarse la cabeza más codiciada de toda Osaka, lo rodeó. Demasiado cansado para seguir luchando, Yukimura se resignó a su suerte e informó a la soldadesca de que les había tocado el gordo:

«Soy Sanada Nobushige, sin duda un digno adversario para cualquiera de vosotros, pero estoy agotado y no tengo fuerzas ni para sostener mi espada. Adelante, podéis tomar mi cabeza como trofeo.»

Recordemos que, en aquellos tiempos, el recuento de cabezas tras la batalla era la mejor manera que tenía un samurái de acumular méritos y ascensos. Al final, un tal Nishio Nizaemon acabó haciendo los honores y llevándose la gloria. Pero, al parecer, todo esto podría no ser más que una bonita historia. Qué se le va a hacer, la fría realidad siempre acaba por echar por tierra el momento más sublime. Suele pasar cuando hablamos de Historia de Japón.

tumba yukimura
Tumba de Sanada Yukimura en el santuario de Yasui, en Osaka, cerca del lugar donde murió

Con Yukimura muerto, las pocas esperanzas del bando Toyotomi acabaron por desvanecerse del todo. Las líneas del ejército del Oeste se hicieron pedazos y, en pocas horas, los estandartes Tokugawa ondeaban sobre los fosos exteriores de Osaka. Al día siguiente, el castillo era pasto de las llamas y Toyotomi Hideyori se suicidaba junto a lo que quedaba de su familia. Tokugawa Ieyasu y sus descendientes tenían el camino libre para gobernar Japón como les diera la gana, y es lo que harían durante los siguientes 250 años.

El mito de Yukimura

En cualquier caso, el Sitio de Verano había acabado siendo una victoria mucho más ajustada que la del invierno anterior. Las cargas de Yukimura por el centro del ejército Tokugawa habían estado en un tris de decantar la balanza del lado del Oeste. Incluso hay una historia de lo más estrambótica que dice que, en su empuje, Yukimura llegó hasta el centro de mando del enemigo, donde encontró desprotegido al mismísimo Tokugawa Ieyasu y, en el fragor de la batalla, lo mató. El Ieyasu que después volvió victorioso a Edo no sería sino un kagemusha, un doble que los Tokugawa se sacaron de la manga para ocultar la muerte de su caudillo supremo. Hasta existe una tumba oficiosa dedicada a Ieyasu en un templo perdido en Sakai, a las afueras de Osaka, para confirmar la veracidad de esta historia. La conspiración está servida. Por desgracia para él, después de que lo alancearan en mitad del campo de batalla frente a todos sus hombres, de lo que nadie duda es de que Yukimura acabó muerto y bien muerto.

Claro que, en Japón, una muerte heroica en el bando perdedor es un pasaporte seguro hacia la fama. Si Sanada Yukimura es tan popular hoy en día es porque su leyenda se basa en eso que tanto gusta a los japoneses, que Ivan Morris llamaba la nobleza del fracaso. Su trágica derrota lo ha hecho inmortal. No hay videojuego, manga o novela ambientada en el Japón feudal en el que Yukimura no asome por algún lado. Siempre con su inconfundible armadura roja y luciendo palmito como un chavalote gallardo y guapetón. A veces se olvidan de su característico yelmo de astas de ciervo porque, ya se sabe, mejor ir a cara descubierta para poder guiñarle el ojo a las fans. Lo que no se suelen dejar en el tintero es su emblema, el famoso Rokumon Sen, las seis monedas que, según la tradición budista, las almas debían pagar para ser transportadas al más allá. Para la época, aquello debía de ser algo así como el equivalente a las calaveras de las SS: un blasón que daba bastante mal rollo cuando lo tenías enfrente.

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Las Seis Monedas, escudo de armas del clan Sanada

La cultura popular también le atribuye otras hazañas, como el liderazgo de un invencible escuadrón ninja, los Diez Bravos de Sanada, donde encontramos nombres de shinobi legendarios como Sarutobi Sasuke y Kirigakure Saizo. Así cualquiera le limpia el forro a Ieyasu en las mismas narices de su estado mayor… Sanada Yukimura: estimulando la imaginación de los japoneses desde 1615.

En realidad, bromas aparte, probablemente Yukimura no sea más que una nota a pie de página en la Historia de Japón. Para muchos, un héroe trágico; para otros, un general sobrevalorado que nunca logró ninguna victoria significativa. Siendo justos, hay que reconocerle que, como su padre, era un comandante hábil, competente y, sobre todo, muy valiente. Si además hubiera tenido mejor vista a la hora de escoger sus lealtades, quién sabe hasta dónde habría llegado. En cualquier caso, 400 años después de su muerte, en su tumba del santuario de Yasui, a tiro de piedra del propio castillo de Osaka, nunca faltan las flores frescas. Tal vez no dejara un cadaver joven y hermoso, pero está claro que Sanada Yukimura sigue vivo en el corazón de los japoneses. Un ejemplo más del gusto de este pueblo por los magníficos perdedores que tanto abundan en su Historia.

 

Fuentes e imágenes:

  • AAVV; (2006) Shin Rekishi Gunzo Series No. 2: Sanada Yukimura to Osaka no Jin; Gakken
  • Bryant, A.J.; (1995) Sekigahara 1600; Osprey Campaign Series
  • Sugawara, M.; (1985) Lives of Master Swordsmen; The East Publications
  • Turnbull, S.; (2006); Osaka 1615; Osprey Campaign Series
  • http://www.koei.wikia.com
  • http://www.samurai-archives.com

13 comentarios sobre “Sanada Yukimura, el samurái valiente

  1. Realmente ilustrativa esta entrada sobre Sanada Yukimura, un gran general de cuyo trasfondo conocía bastante poco.

    Siempre está bien conocer algo más sobre las figuras históricas que inspiraron a la industria del entretenimiento a crear obras como Sengoku Basara o Kagemusa Shogun Tokugawa…

    Le gusta a 1 persona

    1. ¡Sobre todo Kagemusha Shogun Tokugawa! Ese sí que sería un Taiga Drama memorable. Si el que la NHK no está a lo que está.
      ¡Pero que estén tranquilos los fans de Tetsuo Hara, que tenemos sorpresas en cartera para ellos en próximas entradas!

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    1. ¡Qué bien tener a un seguidor de los taiga drama por aquí! La verdad es que no estoy siguiendo Sanada Maru muy regularmente, pero los capítulos sueltos que he visto estaban bastante bien. Me gusta sobre todo el personaje de Masayuki, el padre y cabeza del clan, que además de ser un tío muy molón se parece bastante a cómo debía de pensar y actuar un samurái del s. XVI.

      Eso sí, estamos hablando de una obra de ficción, así que hay que coger con pinzas todo lo que se cuenta en ella. Los taiga drama no pretenden otra cosa que entretener y, si acaso, que a alguien le entre en gusanillo por la Historia. Pero, dentro de sus (lógicas) limitaciones, Sanada Maru me parece bastante aprovechable. Mejora bastante los taiga dramas de años anteriores. A veces peca un poco de exceso de comedia, pero por lo demás se deja ver muy a gusto. ;)

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