Yotsuya Kaidan, una historia japonesa de fantasmas

Los japoneses son verdaderos maestros del terror. Nadie cuenta historias de miedo como ellos. Y la tradición les viene de lejos; en el país del Sol Naciente llevan unos cuantos siglos cultivando el noble arte de helarle la sangre al personal con sus relatos para no dormir. Ya que estamos en verano, es buen momento para recordar una de las piezas más populares de su nutrido repertorio. Una tragedia con celos, traiciones, asesinatos, apariciones espectrales  y venganzas de ultratumba. Además, su protagonista, una dama samurái con muy malas pulgas, es antepasada directa de buena parte de los engendros que pueblan el cine de terror nipón de los últimos años, como la «angelical» Sadako de la saga Ring. Y, por si faltaba algún ingrediente, la historia está basada en hechos reales, que tuvieron lugar en pleno corazón de Edo hace apenas 300 años.

La fecha invita a subirnos de nuevo a nuestra particular nave negra del misterio y tratar estos temas. Porque, en Japón, el verdadero Halloween se celebra en pleno verano. Agosto es el mes del Obon, el festival budista de los muertos, que viene a ser algo parecido a nuestro Día de Todos los Santos. Durante una semana de agosto (generalmente la segunda o la tercera), se cree que los espíritus de los fallecidos regresan para visitar a sus familiares de este otro lado. Y, ya que durante ese tiempo el país entero está lleno de almas errantes sueltas por ahí, camino de sus antiguas moradas mundanas, es la época perfecta para contar historias de fantasmas. Esas que los japoneses llaman, desde tiempo inmemorial, kaidan.

Y, si hay una historia de fantasmas famosa en todo Japón, esa es sin duda Yotsuya Kaidan, la Historia de Fantasmas de Yotsuya. Originalmente escrita para el teatro kabuki, desde su estreno en 1825 ha conocido innumerables versiones en cine, televisión, manga… Incluso podemos rastrear su influencia directa en el moderno cine de terror japonés. Obras como la escalofriante Ring de Hideo Nakata beben directamente de ella. Yotsuya Kaidan es un clásico de las historias de miedo que, 200 años después, sigue helando la sangre del respetable. El secreto de esa fuerza misteriosa, que no disminuye un ápice con el paso del tiempo, tal vez esté en que el argumento, por increíble que parezca, se inspira en hechos reales.

 

La historia de Oiwa y su marido Iemon

Resumiendo las cosas y olvidándonos de tramas y personajes secundarios, el meollo de Yotsuya Kaidan es más o menos como sigue. Confiamos en que el lector sabrá perdonarnos los spoilers; a fin de cuentas, las cosas sucedieron hace unos cuantos siglos y, como es de suponer, ninguno de los protagonistas sigue vivo a día de hoy. Aunque, bueno, como veremos, esto último es algo discutible.

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La influencia de Yotsuya Kaidan en la imaginería espectral japonesa es incalculable

Tamiya Iemon, un ronin de medio pelo, está casado con la joven Oiwa y ambos viven bastante miserablemente en el barrio de Yotsuya, en Edo. El anciano padre de Oiwa quiere algo mejor para su hija y, tras una tormentosa discusión con su yerno Iemon, este acaba matándolo rastreramente en un callejón. Iemon le oculta la verdad a su esposa y, con una falta de escrúpulos digna de un psicópata, la convence de que él se va a encargar de dar con el asesino de su padre y vengarlo como es debido. La inocente muchacha, tragándose las mentiras del caradura de su esposo, se reconcilia con él. Pero Iemon no está lo que se dice contento con su matrimonio. Se pasa el día bebiendo y gastando sus pocos dineros en los burdeles de la zona, mientras la sufrida Oiwa aguanta estoicamente sus maltratos y, encerrada en casa con su bebé recién nacido, se marchita poco a poco, consumida por la enfermedad.

Iemon es un perfecto sinvergüenza, pero en su haber hay que decir que es un tipo bigardo y con buena planta. Así, la joven Oume, hija de una rica familia samurái, se queda prendada de él y convence a sus padres para que arreglen un matrimonio entre ambos. A Iemon pegar semejante braguetazo le parece una idea estupenda pero, claro, hay un pequeño problema. Antes de nada, tiene que librarse de Oiwa. Para forzar la situación, urden un terrible plan. Sin que se dé cuenta, administran un veneno a Oiwa cuyo primer efecto es desfigurarle el rostro por completo.

La pobre Oiwa no tarda en darse cuenta de que algo extraño está sucediendo. Se mira en el espejo y se queda de piedra al ver su cara destrozada. Ata cabos y comprende que la han engañado cruelmente. En una escena antológica, Oiwa se sienta ante el espejo y comienza a acicalarse, peinando su larga y negra melena. A medida que lo hace, el pelo se le va cayendo a mechones. Sin perder la compostura, Oiwa se echa el escaso cabello que le queda hacia adelante, tapando su rostro desfigurado, y continua atusándose con parsimonia. Ya no sólo se le cae el pelo. Pedazos de carne y sangre salpican el suelo de la estancia. Su antaño lustrosa guedeja es ahora un siniestro ovillo desmadejado. La hermosa Oiwa ha convertido en un monstruo grotesco y deforme.

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El actor Nakamura Kankuro interpretando a Oiwa en la apoteósica escena del peinado

Enloquecida, Oiwa acaba clavándose una daga en el cuello. Antes de poner fin a su desdichada existencia, guarda su último aliento para maldecir a Iemon. De poco le sirve. Incluso después de muerta, Iemon y sus compinches continúan agraviándola. Su cadáver acaba despachado de la manera más cruel, crucificado sobre una puerta de madera y arrojado al río. Pero Oiwa tendrá su revancha poco después, cuando su espíritu irrumpe en la noche de bodas de Oume e Iemon. Al ir a levantar el velo de la novia, lo que Iemon ve tras él no es otra cosa que la faz deformada de Oiwa, que ha regresado de la tumba con ganas de venganza. Horrorizado, saca su espada y la decapita de un tajo. Pero, cuando la cabeza termina de rodar por el suelo, Iemon comprueba que lo que acaba de cercenar no es la cabeza de Oiwa, sino la de su recién desposada Oume.

Acto seguido, la furiosa Oiwa acaba con la familia entera de Oume. Iemon, con más vidas de un gato, consigue librarse de su cólera, pero solo de manera temporal. Como si nada de lo ocurrido fuera con él, al día siguiente se va a echar la tarde pescando en el río y, en otra escena para la Historia, lo que acaba atrapando con su caña no es otra cosa que el cadáver de Oiwa aún a medio pudrir. En un alarde de efectos especiales que aún hoy impresiona, el espíritu descarnado de Oiwa cobra vida y se despacha a gusto con su marido, echándole en cara todas las miserias y sufrimientos que le ha hecho padecer. Pero, pese a todo, todavía se resiste a ponerle la mano encima. Lo que le reserva es un destino mucho peor.

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Maestros del ukiyoe como Hokusai han encontrado en el fantasma de Oiwa uno de sus temas predilectos

La historia concluye con un Iemon desquiciado y totalmente atacado de los nervios, que busca refugio en una ermita en las montañas. Pero la terrible Oiwa lo perseguirá hasta el fin del mundo si hace falta, y se le aparece en sueños para seguir atormentándolo. Si en vida no tuvo la fuerza suficiente para plantar cara a sus maltratos, ahora, ya muerta, está dispuesta a arrastrarlo al infierno con ella. Y es justo lo que, literalmente, acaba haciendo al final de la obra.

 

Un clásico del teatro kabuki

La versión más conocida de Yotsuya Kaidan nace de la pluma de Tsuruya Nanboku IV, uno de los dramaturgos más laureados del Japón de la era Edo. Yotsuya Kaidan es, tal vez, su obra maestra. Para los japoneses de la época, el teatro kabuki venía a ser el equivalente de los blockbusters del cine americano de nuestros días: puro espectáculo. Aquí hablamos un poco de cómo eran estas representaciones, siempre excesivas y bizarras, donde los papeles femeninos eran representados por hombres para no revolucionar en exceso la libido del respetable. Aunque, a menudo, el remedio era peor que la enfermedad y los actores travestidos levantaban pasiones aún mayores entre el público, tanto masculino como femenino. Pero, con señoritas o sin ellas, el kabuki era el entretenimiento favorito del pueblo llano.

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Yotsuya Kaidan es una pieza clásica dentro del repertorio del teatro kabuki

La versión original de Tokaido Yotsuya Kaidan, que es su título completo, se componía de 5 actos divididos en 11 escenas. Hoy en día se rara vez se representa en su totalidad, porque a ver quién es el guapo capaz de aguantar tal cantidad de horas sentado en el teatro, y lo habitual es ofrecer solo las escenas más emblemáticas. Pero en su día tampoco estaba pensada para representarse del tirón. Solía ofrecerse en programa doble con la celebérrima Chushingura, una de las obras de kabuki más famosas de todos los tiempos, que narra la historia (también basada en hechos históricos) de la venganza de los 47 ronin. Lo habitual era que la representación durase dos días enteros, alternando escenas de una y otra obra para no saturar al personal.

Mezclar a los 47 ronin con fantasmas y leyendas urbanas era una receta segura de éxito. Para salpimentar un poco las cosas, Tsuruya Nanboku entremezcló ambas tramas en su narración. Aunque sea de manera un tanto lateral, casi todos los personajes de Yotsuya Kaidan tienen alguna conexión (familiar o de vasallaje) con alguno de los dos bandos en liza en la historia de los 47 ronin. En ciertos momentos de la obra también se alude a sucesos y personas implicadas en la célebre vendetta. Al público le encantó el invento, y Yotsuya Kaidan se convirtió en un clásico inmediato.

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No hace falta preguntar de dónde sacó Hideo Nakata la inspiración para crear a su Sadako… Oiwa (derecha) y ella (izquierda) parecen primas hermanas

A día de hoy, la puesta en escena de este truculento relato de venganzas de ultratumba sigue impresionando bastante. Y, si en pleno s. XXI la buena de Oiwa se las arregla de sobra para acongojar en el asiento a cualquier espectador, podemos imaginarnos el efecto que causaba en el público del Japón decimonónico. Yotsuya Kaidan es también una obra seminal, que ha quedado marcada a fuego en el imaginario colectivo del país del Sol Naciente. Su influencia posterior en toda la narrativa japonesa de corte sobrenatural es abrumadora. Sin ir más lejos, como ya hemos apuntado, los aficionados al cine de terror no tendrán problemas en reconocer en Oiwa a la antepasada directa de la «encantadora» Sadako de Ring. La figura serpenteante de Oiwa, con esa cabellera desmadejada, ese kimono harapiento y ese rostro grotescamente desfigurado han quedado para la posteridad como una de las imágenes por excelencia del fantasma japonés.

 

La verdad del cuento

Pero, como también hemos dicho al principio, lo que de verdad pone los pelos como escarpias de esta historia, y que justifica que hablemos de ella en esta web, es que está basada en hechos reales. Tsuruya Nanboku se inspiró en un macabro suceso ocurrido más de un siglo antes, una tragedia que conmocionó a la opinión pública del momento. Además, los protagonistas no dejan de ser de casta samurái, así que todo queda en casa. Podemos calificar a Yotsuya Kaidan como una Historia de Samuráis en toda regla.

Los hechos ocurrieron hacia 1630 en el distrito de Samoncho, en el barrio de Yotsuya del viejo Edo (hoy día uno de los más céntricos de la capital nipona). Allí vivía una muchacha llamada Oiwa, hija de un tal Tamiya Mataemon, antiguo soldado del cuerpo de arcabuceros de los Tokugawa. Al igual que su alter ego en la ficción, la pobre tuvo un triste y prematuro final por culpa de la mala vida que le daba su marido. Al Iemon histórico, también un calavera de cuidado, debía de gustarle frecuentar todas las alcobas de Edo excepto la de su legítima esposa, y tanta infidelidad acabó, literalmente, matándola de celos. Pero, dice la leyenda, el fantasma de Oiwa no se quedó descansando tranquilamente en su tumba. Muy al contrario, se vino al más acá para atormentar día tras día al crápula de su esposo, hasta que acabó por llevárselo al otro mundo con ella.

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La escena de la metamorfosis de Oiwa es capaz de revolverle el estómago al más pintado

Lógicamente este último punto es algo difícil de verificar históricamente, pero el clan Tamiya del barrio de Yotsuya sí aparece claramente reflejado en los registros de la época Tokugawa. En ellos puede comprobarse que, al no haber descendencia masculina para continuar con el apellido, la rama del linaje de la que Oiwa era heredera se extinguió en la segunda generación (otros investigadores afirman que en la quinta), hacia la década de 1630. Precisamente, justo cuando está datada la muerte de la Oiwa histórica, de quien no hay constancia de que llegara a engendrar ningún hijo. O sea, que los protagonistas de Yotsuya Kaidan, apariciones fantasmales aparte, son personas de carne y hueso que vivieron, sufrieron y murieron en los albores de la era Edo.

Probablemente la Oiwa real fue incluso más desdichada que su versión dramatizada. Hija única de samuráis de bajo rango (y poderío económico aún más bajo), al parecer tuvo bastantes dificultades para encontrar marido a causa de su físico. Las crónicas apuntan que tenía el rostro desfigurado por algún tipo de enfermedad congénita, y ahí hallamos, posiblemente, el origen de la faz monstruosa que luce Oiwa en el teatro. En el Japón de la época el asunto de encontrar marido, sobre todo en el caso de las hijas únicas, era un problema bastante gordo. Las leyes de la propiedad no les ponían las cosas fáciles a las mujeres solteras; cuando sus padres muriesen, corrían el riesgo de quedarse en la calle con una mano delante y otra detrás. Además, para empeorar las cosas, Oiwa tampoco tenía hijos ni hermanos que pudieran hacerse cargo de ella.

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Pocos personajes de la literatura japonesa se hacen tan antipáticos como el despiadado Iemon, que somete a la desdichada Oiwa a los más crueles maltratos

Al final, tras varios años de incertidumbre, los padres de Oiwa consiguieron convencer a un ronin para que aceptara la mano de la chica, a cambio de heredar el apellido Tamiya y convertirse en cabeza de familia. Por humildes que fueran, a fin de cuentas la de Oiwa era una casa samurái, así que no era mal trato para un ronin vagabundo. Lo malo es que el marido, el tal Iemon, resultó ser un elemento de cuidado, y ya sabemos cómo termina el cuento. Este tipo de matrimonios de conveniencia eran cosa habitual, y no era raro que acabaran de manera trágica.

Existen otras versiones de la historia que pintan a los personajes de manera un tanto diferente. A veces Iemon no es un villano, y el desencadenante de la tragedia es más bien la miseria extrema en la que viven los protagonistas, que los condena a la autodestrucción. Y es que, dejando aparte cuestiones sobrenaturales, el Yotsuya Kaidan de Tsuruya Nanboku no deja de reflejar una realidad social muy de la época: las penurias cotidianas de los samuráis urbanos y las degradantes condiciones a las que se veían abocados por la pobreza. Especialmente las mujeres, que solían llevarse la peor parte siempre que venían mal dadas. En ese sentido, Yotsuya Kaidan es una obra de un realismo bastante crudo. Pero todas las versiones coinciden en lo fundamental: Oiwa e Iemon son una joven pareja que malvive en el barrio de Yotsuya y, haya o no cuernos de por medio, tienen un triste final.

 

Una tumba solitaria en Sugamo

Tal vez por eso esta historia tuvo una resonancia tan fuerte entre el pueblo llano cuando se llevó al teatro. Vistas ahora, las desventuras de Oiwa e Iemon pueden parecernos algo exótico y puramente literario. Pero, para los japoneses del momento, era una historia totalmente cercana y auténtica. Algo que perfectamente podía estar pasándole a sus vecinos en la casa de al lado. Y el hecho de que haya fantasmas danzando por ahí tampoco le restaba un ápice de realismo. Muy al contrario, para los japoneses de antaño espíritus y seres sobrenaturales eran algo casi cotidiano, una realidad con la que convivían y que tenían totalmente asumida. A ojos de un vecino cualquiera de Edo, no había nada de raro en que el espíritu de Oiwa viniese del otro mundo a clamar venganza contra el fresco de su marido.

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La relación de Oiwa e Iemon era cuanto menos tormentosa

Aunque, bien pensado, ese respeto por el Más Allá es algo que siguen conservando en pleno siglo XXI. Como muestra, un botón. Sin salirnos de la historia de Yotsuya Kaidan, existe una curiosa tradición, un ritual que todos los actores que interpretan a Oiwa se cuidan muy mucho de cumplir. Antes de comenzar la temporada de representaciones, quien va a representar el papel de Oiwa acude sin falta a presentar sus respetos ante cierta tumba que se alza en el cementerio de un pequeño templo en Sugamo, en el Norte de Tokyo. Es una tumba antigua, con su típica lápida de piedra maciza. Debe de tener unos 300 años. Es el sepulcro de Tamiya Oiwa, la Oiwa que vivió y murió en Yotsuya a principios de la era Edo.

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Tumba de Tamiya Oiwa en Tokyo

No es el único lugar donde se honra su memoria. En Yotsuya, en pleno corazón de Tokyo, el barrio donde pasó sus tristes días, hay un pequeño santuario sintoísta que, dicen, fue erigido por parientes del clan Tamiya para aplacar al espíritu de Oiwa. Sus restos, en cambio, descansan en el antes mencionado cementerio del templo Myogyoji en Sugamo. Allí es donde acuden las gentes del teatro desde la primera representación de Yotsuya Kaidan, en 1825.

Prácticamente todos los actores o actrices que han hecho el papel de Oiwa bien sobre las tablas, en cine o en televisión, han ido antes a rezar ante su tumba. Los pocos que han descuidado esta cortesía, dicen, han acabado sufriendo misteriosos accidentes o, en algunos casos, muriendo en extrañas circunstancias al poco de enfundarse el kimono de Oiwa. ¿Simple leyenda urbana? Puede ser, pero todos los años se representa Yotsuya Kaidan y todos los años, por lo que pueda pasar, el actor de turno y todo el equipo de producción cumplen a rajatabla con el protocolo de la visita. Porque según algunos, el vengativo espíritu de Oiwa, hija de samuráis del viejo Edo, sigue haciendo de las suyas en el Tokyo del siglo XXI. Mejor guardarse de sus iras.

Fuentes e imágenes:

  • AA.VV. (2012); Kabuki ga Wakaru Hon; Futabasha
  • Addiss, S. (2001); Japanese Ghosts and Demons: Art of the Supernatural, George Braziller
  • kabuki-bito.jp
  • kabuki21.com
  • Rurosha (blog)

 

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3 comentarios sobre “Yotsuya Kaidan, una historia japonesa de fantasmas

  1. Magnífico reportaje sobre una de las mayores historias de horror jamás escritas. Soy muy fan de la literatura «yokai» y esta narración, que pude disfrutar en francés es una de mis preferidas.
    Bien documentado y fantásticamente narrado (por cierto, la entrada sobre este tema en wikipedia está completamente alterado y lleno de errores).
    Lástima no hayas profundizado en la historia paralela de Naosuke.
    Te dejo la entrada que hice en mi blog sobre esta obra maestra: http://www.japaniums.blogspot.com.es/2015/11/tokaido-yotsuya-kaidan.html

    Grácias.

    Le gusta a 1 persona

    1. ¡Muchas gracias a ti por tu aportación! Para que no quedara un texto demasiado largo y no liar al personal con tanto nombre, he preferido centrarme en la historia de Oiwa e Iemon y dejar aparte las demás secundarios. Así podía meterme más a fondo con el trasfondo histórico del asunto, que es lo que más me interesaba. Por eso Naosuke y compañía, harto pesar de mi corazón, se han quedado fuera. Pero tu artículo sobre la obra también es estupendo, y hace un resumen muy completo de la trama. ¡Gracias por enlazarlo! Si leída ya acongoja un rato, debo decir que ver Yotsuya Kaidan respresentada en kabuki, en vivo y en directo, es una experierncia totalmente sobrecogedora.
      Seguiremos hablando de yokais y fantasmas de cuando en cuando, así que no nos pierdas la pista ;)

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