Literalmente, “el camino del guerrero”; conjunto de leyes y normas morales que, teóricamente, debían regir la conducta de todo buen samurái. En la práctica, la realidad era más prosaica. A pesar del halo de veneración que lo envuelve, al final, como pasa con tantos otros corolarios éticos en oriente y occidente, nadie le hacía demasiado caso. El bushido en sí mismo es un código no escrito, aunque se hayan escrito ríos de tinta sobre él. Las alusiones al camino del guerrero vienen de antiguo, pero no fue hasta bien entrada la era Edo que las autoridades pusieron verdadero celo en mantener esos (supuestos) valores del samurái. Generalmente con escaso éxito, ya que la lógica de la naturaleza humana terminaba imponiéndose las más de las veces.